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Para el hombre que reza habitualmente (no sólo cuando le apetece -ésa es una de las trampas de la religión-, sino también cuando no le apetece) Cristo está seguro de hacerse real.
Para el hombre que reza habitualmente (no sólo cuando le apetece -ésa es una de las trampas de la religión-, sino también cuando no le apetece) Cristo está seguro de hacerse real.