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Escribo, y siento cómo el uso correcto y preciso de las palabras es a veces como el remedio de una enfermedad. Como un artilugio para purificar el aire, inspiro y exhalo las turbiedades y manipulaciones de los canallas lingüísticos y los violadores del lenguaje de todos los matices y colores. Escribo y siento cómo la ternura y la intimidad que mantengo con el lenguaje, con sus diferentes capas, su erotismo y su humor y su alma, me devuelven la persona que solía ser, yo, antes de que mi yo se nacionalizara y fuera confiscado por el conflicto, por los gobiernos y los ejércitos, por la desesperación y la tragedia.