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Cada vez que tu corazón comience a inquietarse por el futuro, predica a tu corazón y dile: 'Corazón, ¿quién te crees que eres para tener miedo del futuro y anular la promesa de Dios? No, corazón, no me exaltaré con ansiedad. Me humillaré en paz y alegría mientras confío en esta preciosa y gran promesa de Dios: Él cuida de mí'.