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  • Está sentado en un viejo sillón en un rincón, cubierto con trozos de mantas y un cubo detrás de la silla que apesta lo suficiente como para ponerte enfermo y cuando miras a ese viejo en el rincón oscuro quieres coger una manguera con agua caliente y desnudarlo y lavarlo y darle una buena ración de tortitas y huevos y puré de patatas con un montón de mantequilla y sal y cebollas.Quiero coger al hombre de la guerra de los Boers y el montón de harapos en la cama y ponerlos en una casa grande y soleada en el campo con pájaros cantando fuera de la ventana y un arroyo gorgoteando.

    Frank McCourt (1999). "Las cenizas de Ángela: A Memoir", p.317, Simon and Schuster