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La idea de la infidelidad [la incredulidad en la inspiración de las Escrituras o en el origen divino del cristianismo] no puede tratarse con demasiado resentimiento ni con demasiado horror. El hombre que puede pensar en ello con paciencia es un traidor en su corazón y debe ser execrado [denunciado] como alguien que añade la hipocresía más profunda a la traición más negra.