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Es curioso: la realidad es que no siento nada por la escuela. Hace mucho que desapareció. Curiosamente, los malos recuerdos -de los que no me queda ninguno para ser sincero, sólo recuerdo una sensación de tedio- se han desvanecido. Y los profesores que me gustaban han permanecido bastante vívidos. Quedan tres o cuatro.