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Cuando tenía trece años, tuve una crisis nerviosa y me internaron en un psiquiátrico para adultos con hombres y mujeres de 50 y 60 años. Un gran psiquiátrico victoriano. Había como cinco chicos allí, todos de mi edad, cuidados por una mujer de 22 o 23 años. Era como una mezcla entre "El imperio del sol" y "Alguien voló sobre el nido del cuco", en la que un chico joven se sobrepone y se convierte en un héroe frente a un lugar espantoso.