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Cuando era niña, la mañana de Navidad mi madre dejaba un libro envuelto a los pies de la cama, lo que era una pista de que Papá Noel había llegado. También era su forma de mantenernos en la cama un poco más antes de bajar. Así que siempre he asociado los libros con la felicidad y los regalos. Y lo son. No me canso de leerlos.