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Si el Verbo realmente se hizo carne, entonces Dios no sólo tuvo una madre, sino también una abuela, primos, tías abuelas y tíos raros. Si el Verbo realmente habitó entre nosotros, entonces formaba parte de una familia que, como la mayoría, era bastante disfuncional, una mezcla de buenos y malos, santos y pecadores, gloriosos y no tan gloriosos. Y esto es una buena noticia para nosotros.