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La señal de la cruz es el arma más terrible contra el demonio. Por eso, la Iglesia desea no sólo que la tengamos continuamente ante nuestra mente para que nos recuerde lo que valen nuestras almas y lo que le costaron a Jesucristo, sino también que la hagamos nosotros mismos en cada momento: cuando nos acostamos, cuando nos despertamos durante la noche, cuando nos levantamos, cuando comenzamos cualquier acción y, sobre todo, cuando somos tentados.