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No hay en la tierra, entre todos los peligros, cosa más peligrosa que una razón ricamente dotada y adroide, especialmente si ella entra en asuntos espirituales que conciernen al alma y a Dios. Pues es más posible enseñar a leer a un asno que cegar tal razón y llevarla por buen camino; pues la razón debe ser engañada, cegada y destruida.