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La Iglesia ya no tiene poder sobre nuestras vidas, lo cual es una bendición para quienes no disfrutan con los atizadores al rojo vivo ni con las tuercas de hierro.
La Iglesia ya no tiene poder sobre nuestras vidas, lo cual es una bendición para quienes no disfrutan con los atizadores al rojo vivo ni con las tuercas de hierro.