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Ellos [los gobernantes] deben actuar como un buen médico que, cuando la gangrena se ha instalado procede sin piedad a cortar, serrar y quemar la carne, las venas, el hueso y la médula. Tal procedimiento debe seguirse también en este caso. Quemen sus sinagogas, prohíban todo lo que he enumerado antes, oblíguenlos a trabajar y trátenlos con dureza, como hizo Moisés... Si esto no ayuda, debemos expulsarlos como perros rabiosos.