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Nos gusta pensar que somos superiores a la gente que, hace siglos, quemaba "brujas" sin mejor razón que la creencia de un vecino de que el fracaso de su cosecha o su impotencia se debían a la acción de esa mujer. Pero los periodistas seguimos siendo propensos a los mismos errores mentales que causaron estas matanzas: ver patrones donde no los hay, encontrar causas donde sólo hay coincidencias, ignorar las agendas políticas de nuestras fuentes y convertir las escasas pruebas en pánico.