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Explicar es un arte difícil. Se puede explicar algo para que el lector entienda las palabras; y se puede explicar algo para que el lector lo sienta en la médula de sus huesos. Para hacer esto último, a veces no basta con exponer las pruebas ante el lector de forma desapasionada. Hay que convertirse en abogado y utilizar los trucos del oficio de abogado.