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Todos los escritores sobre la ciencia de la política están de acuerdo, y concuerdan con la experiencia, en que todos los gobiernos deben infringir frecuentemente las reglas de la justicia para sostenerse; que la verdad debe ceder el paso al disimulo, la honestidad a la conveniencia, y la humanidad misma al reinado del interés. Todo este misterio de iniquidad se llama razón de Estado.