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La mitad del camino no es más que volver sobre nuestros pasos. Deberíamos emprender el camino más corto, tal vez con el espíritu de una aventura eterna, para no regresar jamás, dispuestos a enviar nuestros corazones embalsamados sólo como reliquias a nuestros reinos desolados. Si estás dispuesto a dejar a tu padre y a tu madre, a tu hermano y a tu hermana, a tu mujer y a tu hijo y a tus amigos, y a no volver a verlos, si has pagado tus deudas, has hecho testamento, has arreglado tus asuntos y eres un hombre libre, entonces estás preparado para el camino.