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Es raro que utilicemos nuestra facultad de pensar tan resueltamente como un irlandés su pala. Para complacer a nuestros amigos y parientes sacamos nuestro mineral de plata en carretadas, mientras descuidamos trabajar nuestras minas de oro conocidas sólo por nosotros mismos en lo alto de las Sierras, donde arrancamos un arbusto en nuestro paseo por la montaña, y vimos el reluciente tesoro. Volvamos allí. Que el precio de nuestra libertad sea darlo a conocer.