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Por desgracia, muchos científicos se ven a sí mismos demasiado como sacerdotes cuyo trabajo consiste en predicar sermones moralistas a la gente. Es otra herencia de la generación de 1968, a la que pertenezco. En realidad, sería mejor que nos limitáramos a presentar los hechos y los escenarios de forma desapasionada, y entonces la sociedad podría decidir por sí misma qué quiere hacer para influir en el cambio climático.