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Meditemos hasta que percibamos al Cristo Infinito reinando en nuestros propios corazones. Aprendamos a amar a los que no nos aman y a perdonar a los que nos hacen mal. Rompamos todas nuestras fronteras mentales de color, credo y nacionalidad, y recibamos a todos -incluso a nuestros hermanos inanimados y animales- en los brazos infinitos y abrazadores de nuestra Conciencia Crística. Esta será una verdadera y apropiada celebración de la venida de Jesucristo a esta tierra.