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Aunque la tortura funcione, no puede tolerarse, ni en un caso ni en mil ni en un millón. Si su eficacia se convierte en la medida de los actos aborrecibles, todo tipo de crímenes incalificables se vuelven de algún modo aceptables. Puede que me haya encontrado en el lado equivocado del gobierno respecto a la tortura. Pero estoy en el lado correcto de la historia. Hay cosas que no deberíamos hacer, ni siquiera en nombre de la seguridad nacional. Una de ellas, ahora lo creo firmemente, es la tortura.