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Cada vez que atrapaba un pez, me preguntaba cómo algo tan pequeño podía tener una fuerza tan clara y pura. Me recordaba a otra sensación, de otro reino. Con el tiempo, me di cuenta de que el pez en el sedal se parecía al bebé que patalea dentro de ti. O el estremecedor tirón hambriento de vida del bebé en el pecho. Tal vez la pesca sea como la aceleración para los hombres, una larga y paciente espera de unos instantes eléctricos en los que se sienten conectados a otra vida.