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Cuando [Vladimir] Putin, antiguo teniente coronel del KGB, se convirtió en presidente de Rusia el 31 de diciembre de 1999 -ocho años después del fallido intento de golpe de Estado contra (el entonces líder soviético Mijaíl) Gorbachov, y ocho años después de que el pueblo hubiera derribado en Moscú la estatua de Félix Dzerzhinsky, el odiado fundador del KGB-, fue sin duda un shock. Sin embargo, decidí darle una oportunidad a Putin. Parecía dinámico y capaz de aprender. Pero tuve que enterrar mis esperanzas a los pocos meses. Demostró ser un autócrata y, como Occidente le dejó hacer lo que quiso, se convirtió en un dictador.