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Los hombres póstumos -yo mismo, por ejemplo- no somos tan comprendidos como los oportunos, pero se nos escucha mejor. Más exactamente: nunca se nos entiende, de ahí nuestra autoridad.
Los hombres póstumos -yo mismo, por ejemplo- no somos tan comprendidos como los oportunos, pero se nos escucha mejor. Más exactamente: nunca se nos entiende, de ahí nuestra autoridad.