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  • Una democracia que funciona bien tiene una cultura de libertad de expresión, no simplemente una protección legal de la libertad de expresión. Fomenta la independencia de espíritu. Imparte la voluntad de desafiar la opinión predominante tanto con palabras como con hechos. Y lo que es igual de importante, fomenta en los oyentes una serie de actitudes que permiten escuchar con respeto a quienes no se adhieren a la sabiduría convencional. En una cultura de libertad de expresión, la actitud de los oyentes no es menos importante que la de los oradores.