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  • La ciencia ha aprendido recientemente que el desprecio y la indignación son estados mentales adictivos. Es decir, física y químicamente adictivos. Literalmente. Al parecer, las personas que se autojustifican mucho se dopan rítmicamente con oleadas autosecretadas de dopamina, endorfinas y encefalinas. ¿Nunca te has preguntado por qué la indignación sienta tan bien?