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  • El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado. Todos trabajamos en redes tejidas mucho antes de nacer, redes de herencia y entorno, de deseo y consecuencia, de historia y eternidad. Perseguidos por giros equivocados y caminos no tomados, perseguimos imágenes percibidas como nuevas, pero cuya providencia se remonta a los tenues dramas de la infancia, que no son sino ondas de consecuencias que resuenan a lo largo de las generaciones. Las exigencias cotidianas de la vida distraen de esta resonancia de imágenes y acontecimientos, pero algunos de nosotros la sentimos siempre.