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De todas las opiniones humanas y antiguas relativas a la religión, la que me parece más probable y más excusable es la que reconoce a Dios como un poder incomprensible, el original y preservador de todas las cosas, de toda bondad, de toda perfección, recibiendo y tomando en buena parte el honor y la reverencia que el hombre le tributaba, bajo cualquier método, nombre o ceremonias.