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Háblese del apetito por la bebida, o del gusto de un bon-vivant por la cena. Qué son estas meras angustias y desvaríos animales comparados con esas fantasías del gusto, de esos anhelos de la imaginación, de esos insaciables apetitos del intelecto, que desconciertan a un estudiante en el salón de tentaciones de un gran librero.