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Tan fuerte es esta propensión de la humanidad a caer en animosidades mutuas, que cuando no se presenta ninguna ocasión sustancial, las distinciones más frívolas y extravagantes han sido suficientes para encender sus pasiones hostiles y excitar sus conflictos más violentos. Pero la fuente más común y duradera de facciones ha sido la diversa y desigual distribución de la propiedad.