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Por supuesto, quiero a todos los que conozco. Cómo no iba a hacerlo. En cada persona está la chispa de Dios. No me preocupa el origen racial o étnico ni el color de la piel; ¡todas las personas me parecen luces resplandecientes! Veo en todas las criaturas el reflejo de Dios. Todas las personas son mis parientes, para mí son hermosas.