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La sensación de ello puede venir al observar una bandada de waxwings de cedro comiendo uvas silvestres en lo alto del bosque en una tarde de noviembre. Todo lo que hacen es pausado. Recogen las uvas con una curiosa deliberación, se peinan las plumas, conversan con agudos silbidos al viento. De vez en cuando uno vuela de ida y vuelta en una especie de vuelo danzante lleno de aleteos y giros caprichosos. Son como granjeros que holgazanean en sus campos los domingos. Aunque no tienen domingos, sus días están llenos de sábados.