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La patología nos ha dado a conocer un gran número de estados en los que las líneas fronterizas entre el yo y el mundo exterior se vuelven inciertas o en los que, de hecho, se trazan incorrectamente. Hay casos en los que partes del propio cuerpo de una persona, incluso partes de su propia vida mental -sus percepciones, pensamientos y sentimientos-, le parecen ajenas y que no pertenecen a su yo; hay otros casos en los que atribuye al mundo externo cosas que claramente se originan en su propio yo y que deberían ser reconocidas por él.