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Cuando miramos hacia atrás en el paisaje de nuestras vidas desde cualquier punto de vista particular, encontraremos que las cosas más valiosas y más preciosas que hemos disfrutado o experimentado están atrapadas en la calidad y cantidad de las relaciones amorosas que hemos disfrutado. Si en algún momento de nuestra vida miramos hacia atrás y vemos que hemos logrado cualquier otra cosa en el mundo, financiera o materialmente o políticamente o de cualquier otra manera, y no tenemos relaciones amorosas de alta calidad a las que recurrir y recordar y en las que pensar y disfrutar, en ese grado hemos fracasado como seres humanos.