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Los Estados deben estar atentos para notar cada usurpación material de sus derechos; para denunciarlos cuando ocurran en los términos más perentorios; para protestar contra ellos como agravios a los que nuestra sumisión actual será considerada, no como reconocimientos o precedentes de derechos, sino como una cesión temporal al mal menor, hasta que su acumulación supere a la de la separación.