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Cuando Adán y Eva recibieron el fruto prohibido, tuvieron la opción moral de aceptarlo o rechazarlo. Conozco a personas que se han negado a darse un festín en el árbol del dinero. Viven con sencillez, dentro de sus posibilidades, y parecen mucho más satisfechos que quienes intentan acaparar su riqueza mientras se aferran a la escalera del "éxito", aterrorizados de soltarla. Eso no es vivir de verdad. Los puritanos lo consideraban, con razón, codicia.