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  • Los niños crecen rápidamente, olvidan el abrazo de siglos de sus padres, que para ellos duró sólo segundos. Los hijos se hacen adultos, viven lejos de sus padres, viven sus propias casas, aprenden caminos propios, sufren dolor, envejecen. Los hijos maldicen a sus padres por su piel arrugada y su voz ronca. Esos niños ya mayores también quieren detener el tiempo, pero en otro momento. Quieren congelar a sus propios hijos en el centro del tiempo.