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Dios se deleita en nuestras tentaciones y, al mismo tiempo, las odia. Se deleita en ellas cuando nos impulsan a la oración; las odia cuando nos llevan a la desesperación.
Dios se deleita en nuestras tentaciones y, al mismo tiempo, las odia. Se deleita en ellas cuando nos impulsan a la oración; las odia cuando nos llevan a la desesperación.