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  • Que la gente camine. O que monten a caballo, en bicicleta, en mula, en jabalí... lo que sea, pero que no entren los automóviles, las motocicletas y todos sus parientes motorizados. Hemos acordado no entrar con nuestros automóviles en catedrales, salas de conciertos, museos de arte, asambleas legislativas, dormitorios privados y otros santuarios de nuestra cultura; deberíamos tratar nuestros parques nacionales con la misma deferencia, porque también son lugares sagrados.

    Edward Abbey (1968). “Desert Solitaire”, p.52, Simon and Schuster