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  • Aunque nos sintamos "como un vaso roto", como dice el salmista (Salmos 31:12), debemos recordar que ese vaso está en manos del alfarero divino. Las mentes rotas pueden curarse como se curan los huesos y los corazones rotos. Mientras Dios trabaja en esas reparaciones, los demás podemos ayudar siendo misericordiosos, sin juzgar y amables.