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Un oficial nunca debe hablar con ironía o sarcasmo a un soldado raso, ya que éste no tiene una oportunidad justa de responder. El uso de blasfemias y epítetos entra dentro de los mismos epígrafes. El mejor argumento para que un hombre conserve su temperamento es que nadie más lo quiere; y cuando lo desecha voluntariamente, pierde un puntal principal de su propia posición.