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La cuestión práctica, entonces, es qué hacer con los niños. No los toleraremos en casa. No nos atrevemos a dejarlos andar sueltos por las calles hasta que nuestras calles se conviertan en lugares seguros para los niños, cosa que, para nuestra vergüenza, no son en la actualidad, aunque difícilmente pueden ser peores que algunos hogares y algunas escuelas.