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Vivir la vida cristiana también es un reto, pero por razones diferentes. El mismo deseo de hacerlo bien existe - vivir una vida consistente que honre y agrade al Señor. La gran diferencia es que Dios no está evaluando mis acciones y basando Su amor en lo bien que 'actúo'. Su amor por mi es incondicional. Incluso cuando meto la pata, Él no amenaza con sacarme de su equipo.