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A mi llegada a los Estados Unidos, el aspecto religioso del país fue lo primero que llamó mi atención; y cuanto más tiempo permanecí allí, más percibí las grandes consecuencias políticas resultantes de este nuevo estado de cosas. En Francia, casi siempre había visto el espíritu de la religión y el espíritu de la libertad marchando en direcciones opuestas. Pero en América descubrí que estaban íntimamente unidos y que reinaban en común sobre el mismo país.