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Sin embargo, la miseria de las mujeres es invisible socialmente. A pesar de nuestra educación y nuestros logros, se espera de nosotras que mantengamos la boca cerrada y aceptemos nuestros tratamientos de infertilidad como premio de consolación. Se supone que nuestros trabajos son nuestra máxima prioridad. Se espera que pasemos por alto la conexión entre nuestra decepción, la ideología imposible de la igualdad y la anticoncepción que hace que esa ideología parezca posible.