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Recuerdo haber visto el espectáculo piramidal completo de Daft Punk en 2007. Fui solo, conduje hasta allí en mi Honda Fit, compré una entrada a un revendedor por 150 dólares, me subí a la pista y me lo pasé mejor que nunca. No bebí ni me drogué. Pero estaba como una cuba. Me cambió la vida.