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Demasiadas empresas han estado demasiado dispuestas a presionar para que se mantengan y aumenten las subvenciones y los mandatos pagados por los contribuyentes y los consumidores. Esta creciente asociación entre empresas y gobiernos es una fuerza destructiva, que socava no sólo nuestra economía y nuestro sistema político, sino los cimientos mismos de la cultura.