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Lo que hace que nuestro matrimonio sea sagrado, lo que lo hace "apartado" y sacramental, no es el certificado de matrimonio archivado en el sótano o el grado en que seguimos una lista de normas y roles, sino la forma en que Dios aparece en esos momentos cotidianos -cargar el lavavajillas, compartir un chiste, organizar una comida, soportar una enfermedad, resolver un desacuerdo- y nos da la oportunidad de darnos cuenta, de prestar atención a lo divino. Es la forma en que el Dios de la resurrección hace nuevas todas las cosas.