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La música del arquitecto supremo, Bach, está llena de páginas de argumentación discursiva y rumiación, glorificando el todo sin nombre mediante un rico bordado de pasajes que conducen a todas partes y a ninguna. Las ideas se presentan, se ponen de cabeza, se disuelven en fragmentos, hasta que el mensaje último se convierte en las conexiones de todas las cosas grandes y pequeñas, una cadena del ser que no puede asegurarse hasta que la última nota esté en su sitio.