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La Sagrada Escritura es, por supuesto, la autoridad básica para todo; sin embargo, a veces me encuentro con dichos antiguos o escritos paganos -incluso de los poetas- expresados de forma tan pura y reverente y admirable que no puedo evitar creer que los corazones de los autores fueron movidos por algún poder divino. Y quizá el espíritu de Cristo esté más extendido de lo que comprendemos, y la compañía de los santos incluya a muchos que no figuran en nuestro calendario.